Grand Theft Encyclopedia
Registrarse
Advertisement
Grand Theft Encyclopedia
45px-HistoriasH.png30px-Rockstar_Leeds_logo.svg.png



Advertencia del autor[]

Este fic contiene lenguaje fuerte y vulgar, así como escenas vejatorias que pueden herir la sensibilidad de algunos lectores.


[]

Me llamo Thomas Vercetti. He matado gente de todas las formas posibles y por todos los motivos posibles. He combatido codo con codo con mi país para neutralizar la amenaza comunista, he realizado crímenes por dinero y me he quitado gente de en medio para adueñarme yo de esta ciudad. Tengo muchas historias que contar, y una de ellas, fue mi largo servicio en Vietnam, desde mis 19 hasta los 21.


Capítulo Primero[]

Año: 1989. Lugar: Celdas de la comisaría de Ocean Beach, Vice City.

Vercetti (con resaca (o medio borracho todavía)) estaba hablando con un chico, contándole sus historias mientras el resto de presos intentaba no escucharle.

Vercetti: Y eso es, chico, allí en Vietnam follábamos todas las noches, de forma ordenada, muy militar. Esas putitas de allí estaban que te cagas, pero había una que destacaba por encima de todas las otras: La apodábamos la Reina Chup-Chup, no puedes ni imaginar lo bien que se le daba y claro, todos estábamos la mar de contentos hasta que un gilipollas le dijo a su madre lo que pasaba, por lo que hubo una movida con la prensa civil. El oficial, que tenía el culo tan cerrado que no podía ni tirarse un pedo tras beberse una cerveza, no se puso muy contento y les prohibió la entrada a la base. Entonces, hicimos lo que cualquier soldado, saludamos y nos fuimos a un bar, nos emborrachamos todos y acabamos en el prostíbulo más feo y andrajoso de la zona, nos trincamos a todas y contrajimos la gonorrea, y demás..., desde entonces, teníamos más cuidado con quién nos enrollábamos en aquel lugar. Te lo digo yo, chico, corrían rumores de que las putitas se metían así mismas enfermedades venéreas para infectarnos, y claro, eso era una auténtica "hijoputada".

Un hombre de tamaño colosal se acerca a Vercetti: Oye, tú. Deja de intentar sorprender al chaval con tus historietas. A nadie le importa lo más mínimo tus historias de guerra.

Vercetti se levanta y le encara: ¿Quieres pelea, relleno de jamón? Con lo gordo que eres aún no consigo entender que quepamos todos aquí.

El hombre reaccionó tratando de golpear a Vercetti, pero éste se defendió esquivando el puñetazo por el interior para noquearlo después de un gancho en la cara. Aquel hombre, que tenía la nariz rota, con furia se abalanzó sobre Vercetti, pero éste fue más ágil y le acertó de una patada en los órganos genitales, haciendo que aquel hombre se agachara. Vercetti le propinó un rodillazo en el rostro, para después, dirigirlo a los barrotes de hierro, dejándo al hombre inconsciente. Todos en la celda miraron expectantes a Vercetti, que se dirigió otra vez al chaval.

Vercetti: Bueno, ¿qué estaba yo contando?

Chaval: ¿Por qué se metió en el ejército?

Vercetti: Todo comenzó hace mucho tiempo. Tendría yo 12 años. No tendría sentido contar mi experiencia en Vietnam si antes no cuento cómo acabé allí.


Lugar: Imprenta de Portland, Liberty City. Fecha: 1961.

Señor Vercetti: Y ya está, Tommy, así se cambian los rollos de imprenta. Muy bien, hijo.

Tommy: Padre, dijiste que aquí prosperaríamos, el sueño americano, el pase a la buena vida, y nos tiramos horas y horas currando para nada. ¿Para qué?

Señor Vercetti: Mira, hijo, el sueño americano es nuestra meta. Lo que trabajamos hoy, es el pan de mañana, y vamos prosperando, chico, no seremos ricos, pero seremos trabajadores honrados, ejemplos del italoamericano honrado de éste país. Y lo mejor, es que algún día, ésto será tuyo. Ésta imprenta, será tuya cuando seas mayor, por eso debo enseñarte lo que necesitas saber para mantener el negocio, para que cada vez, prosperemos más.


Tommy miró a su padre y le dijo: Esto no es justo. Mucha gente tiene resuelta su vida desde que nace.

Señor Vercetti: La vida, a veces no es justa, Tommy. El dinero, para nuestra desgracia, mueve el mundo.

Tommy: Padre, ¿crees que llevaré bien la imprenta?

Señor Vercetti: No lo dudo ni por un segundo. Recuerda, Tommy: la fuerza de voluntad, es más poderosa que la fuerza física en sí. La mente, prevalece sobre todo lo demás, recuérdalo.


Llamaron a la puerta y el Señor Vercetti abrió. Se encontró con tres hombres trajeados y Tommy miraba la escena medio escondido.

Señor Vercetti: ¿Quienes son ustedes? Hemos cerrado hace 30 minutos.

Hombre 1: ¿Es usted el señor Vercetti, dueño de ésta imprenta?

Señor Vercetti: Así es, pero si lo que quieren tiene que ver con mi trabajo, ahora no puedo atenderles.

Hombre 1: No venimos para encargarle un trabajo, señor Vercetti, el señor Falcone está interesado en comprar la imprenta, ofreciendo a cambio una buena suma.

Señor Vercetti: Lo siento mucho, pero esto es todo lo que tengo y no lo vendo, señor. Esto es mi vida.

Hombre 1: El señor Falcone estará muy desilusionado con su actitud. Si usted firmara, yo sería el director de la imprenta y le contrataría como primer empleado...

Señor Vercetti: Díganles a ese señor Falcone que Vercetti no vende - y les cerró la puerta en las narices.

Tommy: ¿Quién es el señor Falcone?

Señor Vercetti: Ni idea, será otro millonetis que lo querrá poseer todo, pero Tommy, ésto es nuestro, tuyo y mío, y no lo vendemos. ¿Está claro?

Tommy: Sí padre - padre e hijo se dan un abrazo y ambos suben a sus dormitorios, situados encima de la Imprenta.


Al día siguiente...

Unos gritos y unas voces resonaron en la imprenta, lo que hizo que Tommy se despertara. Al bajar, se encontró a su padre discutiendo con aquellos hombres de ayer.

Señor Vercetti: ...basta ya, ¡FUERA DE MI CASA! ¡FUERA! - y les cerró otra vez la puerta en las narices.

Tommy: ¿Qué pasa, papá?

Señor Vercetti: Nada, hijo, nada. ¿Qué haces despierto?

Tommy: Me han despertado los gritos.

Señor Vercetti: Tommy, es todavía muy temprano. Vuelve a tu cama.


Unas horas después...


Tommy despertó y salió de su cama en pijama. Tras lavarse la cara, bajó a buscar a su padre.

Tommy: ¿Padre?


Nadie contestó, por lo que Tommy, extrañado, buscó por la imprenta hasta que vio a su padre tumbado.

Tommy: ¿Padre?


Tommy se acercó a su padre y vio que sangraba a borbotones, de hecho, estaba rodeado de un charco de sangre.

Tommy: ¿¡PADRE!?


Tommy se acercó a su moribundo padre.

Tommy: Padre, padre ¿qué te pasa, padre?

Señor Vercetti: Tommy...

Tommy: Sí, padre, ¿quién ha sido?

Señor Vercetti: ¿Te acuerdas...? ¿Te... acuerdas... de los tres tipos... de ayer? - le costaba mucho hablar y escupía sangre.

Tommy: ¿Cuando habíamos cerrado? Sí, padre, los recuerdo. Por favor, por favor, no te mueras... POR FAVOR...

Señor Vercetti: Fueron ellos... Tommy... ellos.

Tommy (las lágrimas inundaban su rostro): Por favor... Por favor...


El señor Vercetti intentó hablar con su hijo de doce años, pero no era capaz de articular dos palabras seguidas. Un último espasmo, y se quedó inmóvil mientras que un aterrorizado niño gritaba y lloraba junto a él.

Para la prensa fue una noticia traumática y el joven Vercetti fue enviado a un orfanato, en el que ya iba a cumplir un año de permanencia, pero su carácter cambió aún más rápido, volviéndose un auténtico matón.

En ese momento, le había quitado su armónica a otro niño más pequeño.

Tommy: Y como te chives, te piso la cabeza, ¿entiendes?

Niño: Dámelo, dámelo, es mío.


Tommy le empujó con tanta violencia que el niño cayó al suelo.

Tommy: Ahora es mío, y cuidado con lo que dices, capullo.


Tommy cerró la puerta de su habitación, que no compartía con otros niños dado su carácter violento y rebelde, que le había convertido en un chico muy conflictivo y peligroso.

Esa misma noche, conmemoraría el aniversario de la muerte de su padre, por lo que quería estar preparado. Cuando las cuidadoras le ordenaron apagar la luz, el obedientemente lo hizo y esperó un rato. Cuando se hubo asegurado de que no hubiera peligro, abrió su ventana y bajó trepando por el canalillo, era tan delgado y ligero que lo consiguió sin problemas. Una vez fuera, se dirigió a la antigua imprenta de su padre. Tommy había ido otras veces allí y a veces veía al hombre que discutió con su padre para después matarlo al día siguiente, pero todavía, Tommy no había reunido el valor suficiente para acercarse a él, aunque un fuerte sentimiento de odio y venganza crecían en su interior cada vez más rápido. En ese momento, el sueño venció y Tommy cayó sobre el arbusto.

Al día siguiente, le despertaron unos atronadores ruidos.

Tommy reaccionó enseguida y se quedó agachado sobre el arbusto para ver lo que pasaba: Los hombres de Falcone y otros hombres, que no eran policías, estaban enfrentados en un frenético tiroteo con armas automáticas y pistolas. Tommy observaba asustado la escena mientras morían acribillados personajes de ambos bandos. De repente, Tommy sintió, como si de un sexto sentido se tratase, que había alguien detrás, Tommy se dio la vuelta despacio y vio a aquel hombre que había hablado con su padre, el cual luego le identificó como su asesino. Aquel hombre apuntaba a Tommy con un revólver, pero luego lo bajó.

Hombre 1: Chico, lárgate, aquí no se te ha perdido nada.


Tommy observó cómo aquel hombre se dirigía al lugar del tiroteo disparando con su arma. A partir de ese momento, la atención de Tommy se centró en aquel hombre. Los tipos continuaron persiguiéndose y disparándose calle abajo. Tommy rodeó la Imprenta y tomó un atajo. No quería perder a ese hombre de vista. Lo encontró en medio del tiroteo, aunque su bando iba perdiendo. Cuando aquel hombre trató de huir, le dispararon en el estómago, pero eso no le impidió salir de allí, aunque su arma se le había caído y corría con las manos presionándose el estómago. Los otros mafiosos no se fijaron más en él, dado que todavía libraban una batalla con otros que quedaban. Tommy, por su parte, cogió un revólver de uno de los muertos, notó que pesaba, pero aún así, salió a perseguir al tipo.

El mafioso había decidido huir por las barriadas y hubo un momento en que Tommy le perdió de vista entre tanta callejuela, aunque no tardó mucho en volver a encontrarle, estaba desangrándose de un disparo pidiendo ayuda y apoyado contra la pared de una chabola. Tommy se acercó a él con el revólver.

Hombre 1: Coff, coff, ¿qué haces, chico? ¿qué haces con eso?

Tommy: Tú mataste a mi padre.

Hombre 1: No he conocido a tu padre... coff... ve y busca ayuda... por favor...

Tommy: Mi padre, era dueño de esa imprenta.

Hombre 1(abrió los ojos asustado): ¿Qué tiene que ver Vercetti con esto?

Tommy: ¡TODO! - Tommy le apuntó al mafioso con el revólver y le disparó cinco veces. Era la primera vez que disparaba un arma, pero acertó sus cinco disparos a quemarropa. Pasaron unos segundos de silencio - Ya está, padre. Lo conseguí. Te he vengado.


De repente, tres tipos con revólveres se acercaron al lugar y tras ver la escena, apuntaron a Tommy con sus armas insultándole, pero Tommy hechó a correr entre los edificios con los mafiosos detrás y disparando sin acertar. Tommy giraba y corría en zigzag hasta que se encontró con un callejón sin salida. Cuando dio la vuelta, encontró a uno de los mafiosos de frente apuntándole con su arma. Tommy se tiró al suelo esquivando por poco el disparo y desde el suelo le acertó al mafioso en el estómago, lo que lo hizo caer al suelo. Tommy se levantó y tiró el revólver, ya había gastado las seis balas, aunque los disparos atrajeron a los otros, por lo que Tommy volvió a correr, dado que se acercaban los otros dos tipos y se metió en un bloque de pisos con los mafiosos detrás. Vio que una puerta del primer piso estaba abierta, por lo que se metió allí a toda velocidad, haciendo que los ancianos que vivían allí se escandalizaran.

Tommy: Ayuda, por favor, me persiguen dos hombres.

Anciana: Vale, chico, métete en el armario, rápido - Tommy se metió en el armario y la anciana cerró la puerta - Harold...


Pasaron unos segundos hasta que los mafiosos llegaron a la puerta.

Mafioso 3: ¿Dónde está ese niño? ¿Dónde está?

Harold (el anciano): Lo siento señores, no sé de que me hablan.

Mafioso 4:Sabemos que está aquí, no nos vengas con...


Se oyen dos disparos. Luego silencio.

Anciana:Ya puedes salir, chico.


Tommy salió del armario y contempló la escena. Los mafiosos estaban muertos y el anciano Harold empuñaba una pistola Colt 1911.

Harold: No disparaba nada desde la toma de Chambois.

Tommy: ¿Usted combatió en la guerra?

Harold: Sí, chico. Me hirieron en Chambois y ni siquiera me dieron una medalla.

Tommy: Mi padre también luchó en la guerra. Vercetti, ¿le conoció?

Harold: Puede que sí y puede que no. Ahora márchate, chico, antes de tener más problemas, huye, te cubriremos.


Tommy salió del bloque a todo correr para dirigirse al siguiente barrio de Liberty City.



Comisaría de Ocean Beach, Vice City. 1989.

Vercetti: Y ahí lo tienes chaval, mi primer asesinato fue a los 13 años, maté al tipo que mató a mi padre y se apropió de la imprenta. Jamás pude volver por ahí y me tuve que dedicar a lo más bajo, como robar y demás para sobrevivir. Los del orfanato ni siquiera denunciaron mi desaparición, así que tuve vía libre para actuar.

Chaval: ¿Y ese tal Falcone? ¿Lo mataste?

Vercetti: No tuve oportunidad, se había hecho tan influyente en Liberty que era imposible cargárselo, a parte de que yo tenía miedo de que los mafiosos esos quisieran vengarse de mí por lo del asesino de mi padre, por lo que tuve que jugármela varias veces para conseguir comida y ropa. No te preocupes, chico, que Falcone llegará después. Cuando tenía 18 años, vi los panfletos acerca del servicio militar, por lo que me interesó y me metí, pero lo hice para poder comer y dejar de robar. Así dejo atrás cinco años de mi vida.

Chaval: ¿Y si no hubieran matado a su padre, usted...?

Vercetti: Sí, hubiera seguido con el negocio de mi padre para toda mi vida, pero a raíz de eso, me metí de lleno en la primera derrota militar de los Estados Unidos de la historia: Vietnam. Y aquí, empieza la historia, chico.

Otro preso: ¿Por qué nos está contando que mataba gente a los 13?

Vercetti: ¿A quién se lo podrá contar usted? Dentro de varias horas, los hombres de uniforme me sacarán de aquí, así que, mientras tanto, os contaré cómo me fue en lo de Vietnam.


Los demás presos hicieron muecas y emitieron quejidos, pero al ver la paliza que le había pegado Vercetti a aquel hombre gordo, las quejas no pasaron de allí y el chaval miró expectante a Vercetti, ansioso de escuchar su historia.


Capítulo Segundo[]

Año: 1967. Lugar: Staunton Island, Liberty City.

Tommy Vercetti, a sus 18 años, estaba esperando junto a otros hombres el autobús que les llevaría a un campamento militar, donde sería instruído y entrenado. Nadie hablaba con nadie, todos esperaban con su petate la llegada del autobús. Los segundos se hacían minutos, y los minutos se hacían horas. Empezó a llover, por lo que la mayoría de los chicos (que tendrían una edad similar a Tommy) se cubrían sus cabezas con los petates, pero no él, Tommy Vercetti, él siguió de pie de cara a la lluvia, como desafiándola a arreciar con más fuerza.


Un autobús de color caqui frena delante de ellos salpicándolos de barro y agua a todos. El conductor abrió la puerta.


Conductor: Vamos, coño, llego tarde, moved a dentro el puto culo si no queréis calaros, moveos, vamos.


De uno en uno, los aspirantes a soldados iban entrando en el autobús. Cuando Tommy estaba por entrar, otro de los aspirantes, que estaba detrás de él le empujó, tirándolo al encharcado suelo.


Aspirante a soldado: Más suerte la próxima vez.


Cuando Tommy se levantó, era el último que quedaba por subir.


Conductor: Vamos maricón, ¿necesitas una invitación especial o crees que eres especial? ¡Sube de una puta vez!


Tommy subió al autobús y el conductor cerró las puertas. Aceleró de forma tan brusca que Tommy casi se cae. Para no darle otra excusa al conductor para insultarlo de nuevo, Tommy buscó asiento. Todos estaban ocupados, hasta que Tommy encontró al tipo que le empujó, que estaba ocupando dos asientos por que tenía los pies extendidos.


Aspirante a soldado: Ocupado, capullo.

Tommy sabía que podía haber buscado otro asiento, pero decidió coger ese por cabezoneria y por de jar a ese niñato en su sitio.

Tommy: O me dejas sentarme o te abro la cabeza, gilipollas.


Aquel tipo se levantó con aire arrogante y le espetó a Tommy sonriendo de forma chulesca:

Aspirante a soldado: ¿Tú qué me vas a hacer a mí, paleto?


Tommy le pegó un puñetazo en la cara al tipo, que lo tiró a su asiento. Tommy puso su petate arriba del asiento y aprovechando que había hueco, se sentó. El otro tipo se agarraba su nariz, de la cual salía sangre.

Tommy: Si vuelves a tocarme las pelotas niñato de papá, te aseguro que no vivirás para contarlo. ¿Capicci?


El tipo no contestó, al menos de forma verbal, dado que siguió gimiendo.

Tommy: ¿Cómo te llamas?

Aspirante a soldado: ...Jonathan.

Tommy: Bien, Jonathan, espero que ya te hayas enterado de lo que pasará si vuelves a joderme.

Jonathan no contestó.


El viaje en autobús duró bastante hasta que llegaron a un lugar que Tommy no reconocía, de hecho, ni siquiera sabía dónde estaba.

Conductor: ¡Vamos, maricones, abajo, abajo!


Poco a poco, los aspirantes a soldados bajaron del autobús. Lo primero que Tommy vio al bajar fue un enorme campo de entrenamiento y al otro lado, unos barracones. Llegó un hombre que los guió a una peluquería, donde a todos les raparon el pelo. Para Tommy, no fue una experiencia agradable, dado que el peluquero no lo rapó con excesivo cuidado.


Todavía le picaba un poco la cabeza cuando todos los soldados, cada uno posicionado junto a su litera, conocieron a su Instructor Jefe.


Sargento: Soy el sargento de artillería Goldwing y seré vuestro instructor jefe durante los seis meses que permaneceréis aquí. Como soy muy duro, sé que no os voy a gustar, tanto mejor, así aprenderéis más y mejor. Mi labor consiste en convertiros en hombres, cosa que ocurrirá si sobrevivís al entrenamiento que os tengo preparado. No hablaréis hasta que un oficial, es decir, yo, os hable primero, y para dirijiros a mí, me llamaréis señor, empezando y acabando con esta palabra, ¿entendido?

Todos: Señor, sí, señor.

Sargento Goldwing: ¡Más alto panda de maricas!

Todos: ¡Señor, sí, señor!

Sargento Goldwing: Veo que el ganado que nos han traído hoy nos ha venido podrido - Goldwing se acerca a un soldado de color - Tu nombre, soldado.

Soldado de color: Recluta Marshall.

El Sargento Goldwing le dio una bofetada.

Sargento Goldwing: ¿Sabes por qué te he dado una bofetada?


El Recluta Marshall negó con la cabeza, y el Sargento, ésta vez, le pegó un puñetazo en el estómago que dejó a Marshall doblado.

Sargento Goldwing: Por no llamarme señor, desgraciado. ¿Lo has captado pichafloja?

Recluta Marshall: Señor, sí, señor.

Sargento Goldwing: Vamos, arriba, que por lo menos parezcas un marine americano, si no tienes huevos, entonces disimula.

Recluta Marshall: Señor, sí, señor.


El implacable sargento chusquero se acercó a Jonathan y vio la sangre alrededor de su nariz que éste no había alcanzado a quitarse.

Sargento Goldwing: Coño, parece que tú ya vienes curtido de casa, ¿qué te ha pasado, recluta?

Jonathan: Señor, otro recluta me agredió, señor.

Sargento Goldwing: Dígame quién.

Jonathan: No sé su nombre señor.

Sargento Goldwing: Pues entonces señálelo, idiota.


Jonathan señaló a Tommy y el sargento se dirigió a él.

Sargento Goldwing: Nombre.

Tommy: Señor, recluta Vercetti a sus órdenes, señor.

Sargento Goldwing: ¿Se cree muy duro, recluta Vómitos?

Tommy: Señor, no, señor.

Sargento Goldwing: ¿Entonces por qué has agredido a ese recluta?

Tommy: Señor, me faltó al respeto, señor.


El sargento le escupió en la cara, y Tommy hizo uso de todo su autocontrol para no estrangularlo ahí mismo.

Sargento Goldwing: Vamos, recluta Vómito, yo le estoy faltando al respeto, ¿por qué no me agrede? ¿eh?

Tommy: Señor, el recluta no debe agredir a un oficial superior, señor.

Sargento Goldwing: Bien, por fin uno de toda esta panda de maricones sabe a lo que viene. ¿Has matado a alguien alguna vez, Recluta Vómitos?

Tommy: No señor.

Sargento Goldwing: Por supuesto, una nena como tú no podría ni levantar una taza de té. ¡No te perderé de vista!


El sargento se dirigió a otro recluta.

Sargento Goldwing: Nombre, recluta.

-: Señor, recluta Addison, señor.

Sargento Goldwing: ¿Le gusta mamar pollas, recluta Addison?

Recluta Addison: Señor, no, señor.

Sargento Goldwing: ¿¡Cómo que no!? Seguro que usted se la traga toda entera para luego limpiarla con la lengua. Por culpa de maricones como tú esta puta guerra aún no se ha acabado - El sargento le hizo un amago al recluta Addison, que se achantó y se echó hacia atrás temblando de pies a cabeza - maricones...


El sargento gastó los siguientes cinco minutos insultando a todo recluta al que fijaba su mirada. Tommy sabía que el entrenamiento no iba a ser nada agradable. A la mañana siguiente, el Sargento los levantó y les hizo correr una agotadora marcha antes de poder desayunar. Cuando los reclutas terminaron el desayuno, el Sargento les ordenó estarse firmes y se dirigió a Tommy:

Sargento Goldwing: Tú, hijoputa, quiero que limpie los inodoros de forma que queden como los chorros del oro.

Tommy: Señor, sí, señor.


Tras un agotador día que prácticamente se compuso de marchas e insultos por parte del Sargento Goldwing, los reclutas fueron llevados a su barracón para que éstos pudieran descansar.


Durante los días que pasaron en aquel campamento sin nombre, los reclutas fueron obligados a saltar obstáculos y aprender a manejarse con las cuerdas entre otros tipos de entrenamientos explosivos, poniendo cada día al límite su resistencia física y psicológica, dado que la presión ejercida por el Sargento Goldwing no ayudaba mucho. Para Tommy, fue memorable un entrenamiento en el que estaban aprendiendo las posturas para cambiar la posición del rifle M14, y en uno de esos movimientos, el recluta Marshall se equivocó al realizarlo, pero aunque se corrigió rápido, no se libró de la feroz crítica del Sargento.

Sargento Goldwing: ¡RECLUTA MARSHALL! ¿Qué coño cree que está haciendo con mi amado cuerpo de marines?

Recluta Marshall: Señor, no lo sé, señor.

Sargento Goldwing: ¿Me está tomando el pelo, recluta? ¿Cree que soy gilipollas?

Recluta Marshall: Señor, no señor.

Sargento Goldwing: ¡Mentira! ¿Usted piensa que me puede tomar el pelo? Recluta Marshall, voy a pegarle tal ostia que vamos a salir volando los dos: Tú de la ostia y yo de la onda expansiva ¿de acuerdo?

Recluta Marshall: Señor, sí, señor...

El implacable sargento le dio tal cachetada que dejó huella en la cara de Marshall.

Sargento Goldwing: Sucio pagano chupapollas, como vuelvas a joderla te dejo el culo escayolado un més - El sargento se dirige al resto del pelotón - ¡Presenten..., armas!


Pronto, llegaron a la parte del entrenamiento con la que más se familiarizó Tommy: las armas de fuego. Aquel día, el Sargento Goldwing estaba "de buen humor", dado que en vez de insultar y humillar a los reclutas como de costumbre, los llevó al campo de tiro para soltarles allí un discursito.

Sargento Goldwing: Reclutas, el arma más poderosa del mundo es un marine y su fusil. Un marine es una máquina de matar, con la sangre más helada que los polos, pero un marine desarmado es una cagada, al igual que un fusil sin dueño, una cosa sin la otra no tienen significado, así que, si en algún momento en combate os encontráis sin munición, haced lo que sea para conseguirla, ya sea quitándosela a los muertos o robándosela al enemigo. El fusil que llevo en mis manos ya lo conocéis, es vuestro fiel M14 con el que habéis estado haciendo la instrucción, aunque su amistad puede cambiar según en qué manos esté, por lo que nunca dejéis que el enemigo, en este caso, esos asquerosos comunistas, os quite el fusil. Un marine debe tener claro cuál es su objetivo: Matar y punto. Si en el momento de la verdad dudáis, seréis marines muertos, o sea, inútiles para el ejército, aunque eso depende, quizá podáis servir de pasatiempo para esos putos comunistas, les da igual si estáis vivos, muertos o dormidos, por lo que las únicas reglas con las que debéis jugar son estas dos: No dejarme coger y no dejarme matar, y en caso de saber que voy morir, matar a todo comunista que vea, repetid las reglas, vamos.

Todos los reclutas: No dejarme coger y no dejarme matar, y en caso de saber que voy morir, matar a todo comunista que vea.

Sargento Goldwing: Bueno, por lo menos la parte teórica a entrado. Ahora empezaremos con la práctica, que cada uno coja un M14, ya - los reclutas cogieron fusil y cargador - vamos, coño, que no tenemos todo el día.


Un minuto después, los soldados estaban disparando sus armas. El sargento Goldwing observaba a Vercetti, que de momento, era con diferencia el que mejor disparaba, dado que era uno de los pocos que se acarcaba al centro de la diana.

Sargento Goldwing: Sobresaliente, Vercetti. Le recomendaría para oficial, si no fuera por que desaprovecharíamos un buen soldado.


Lejos de ellos, el recluta Addison obtenía resultados similares a los de Tommy.

Sargento Goldwing: Muy bien, recluta Addison, ha conseguido sorprenderme. ¿Dónde aprendió a disparar?

Recluta Addison: Señor, mi padre me enseñó, señor.

Sargento Goldwing: Así me gusta, introducido en las buenas costumbres americanas. ¿Qué clase de arma disparaba?

Recluta Addison: Señor, un Winchester 1897, señor.

Sargento Goldwing: ¡Ah! Un arma de guerra. ¿Su padre es militar?

Recluta Addison: Combatió en el Pacífico, señor.

Sargento Goldwing: Muy bien, recluta Addison, siga así.


Los reclutas llegaron al barracón bastante más contentos de lo normal, quizá, por que el entrenamiento con armas de fuego les pareció más alegre que cualquier otro. Tommy coincidió con Addison.

Tommy: Oye, tu padre era militar, ¿no? Os he oído antes al sargento y a tí.

Addison: Sí, combatió por Okinawa y Peleliu. ¿Tú tienes algún pariente militar?

Tommy: Mi padre estuvo en la toma de París, le relevaron y volvió. Por cierto, me llamo Thomas.

Addison: Matt.


Ambos reclutas se estrecharon las manos. En ese instante apareció el Sargento.

Sargento Goldwing: Vamos, a dormir, nenas.


A las cinco de la mañana, el sargento irrumpió en el barracón haciendo sonar una trompeta.

Sargento Goldwing: Vamos, arriba, arriba. Un marine debe saber improvisar, vamos, pandilla de perezosos, el enemigo no espera a que vosostros os pongáis cómodos, vamos, arriba, maniobras militares, todo el mundo en pie.


Cuando los reclutas estaban frente al sargento, éste los dividió en dos grupos y le dio a cada uno un M14.

Sargento Goldwing: En este ejercicio quiero ver qué tal os desenvolvéis en caso de no haber ningún oficial al mando. Un equipo será el azul y el otro el rojo, vuestros fusiles dispararán balas de pintura acordes con el color de vuestro equipo. El objetivo es simple: El último hombre en pie, aunque a ser posible, que sean más de uno. Las reglas: al primer disparo, aunque sea de rebote, se os considerará eliminados, y no tratéis de limpiároslo, esto se quita con un disolvente especial. Andando, al bosque. Yo guiaré a cada equipo a su base y cuando oigáis el trompeteo, a luchar.


Tommy iba en el equipo azul. Cada equipo se dividió en varios pelotones de cinco. Al principio, en la zona de Tommy no pasó mucho, iban por el bosque tranquilos y hablando de chorradas hasta que un pelotón del otro equipo atacó por sorpresa, eliminando a uno de los del pelotón de Tommy. Todos los soldados abrieron fuego, y la confusión llegó en seguida, dado que empezaron a llegar gente de ambos equipos en todas direcciones, por lo que en realidad, no se sabía a quién se disparaba.

Cuando Tommy vio que uno de los rivales huía, se lanzó a perseguirle por el bosque, aunque no tardaron en encontrarse cara apuntándose con sus fusiles. Entonces, aparecieron dos tipos más por la espalda.

Matt: Vale, Tommy, has perdido. Si no quieres que te pintemos de rojo tira el fusil.

Tommy: Como unas mariquitas, tres contra uno.

Matt: Así es el juego.


Todos rompieron a reír y Tommy lo aprovechó para disparar a Matt, acertando, pero al intentar girarse para disparar a los otros, éstos fusilaron a Tommy.

Matt: Eres un cabrón, tío. Ya estabas vencido.

Tommy: ¿Cómo era? En caso de saber que voy a morir debo matar a todo comunista que vea.

Matt: ¿Tengo yo pinta de comunista?

Tommy: Un poco, sí.

Los cuatro rompieron a reir.


El equipo vencedor resultó ser el rojo (el de Matt) y antes de desayunar, los reclutas fueron a sus duchas.

El resto del día sucedió como cualquier otro, hasta que Jonathan y otros dos gorilas acorralaron a Tommy en el baño cuando éste iba a orinar después de comer.

Tommy: ¿Quieres algo, pringao?

Jonathan: Quiero devolvértela. Chicos sujetadle.


Los dos tipos fueron a por Tommy, que enseguida comenzó a defenderse a puñetazo limpio, estrellándole a uno la cabeza contra el grifo, aunque el otro logró sujetarle por detrás e inmovilizarlo de pie.

Jonathan: Tommy... - y le pegó un puñetazo en la cara. Tommy reaccionó levantando las piernas y golpeando a Jonathan en el pecho como si fuera un canguro, aunque entonces, el segundo matón se había recuperado más o menos del golpe contra el grifo y empezó a golpear a Tommy en el estómago, Tommy volvió a reaccionar, ésta vez con una patada en la cara.

Matón 1: Vaya, este tipo es difícil.

Jonathan: Pues aclaradle las ideas.


El segundo matón había cogido una barra de hierro, pero de repente, Matt apareció de la nada y se aferró al cuello del matón para estrangularle, aunque el matón empezó a golpear su espalda contra la pared, Matt siguió sin soltarle. En ese momento, Tommy le golpeó en los órganos genitales a su captor, lo que hizo que lo soltara, Tommy se dio media vuelta y lo tumbó de un puñetazo. Por otra parte, Matt había logrado estrangular al matón, que se había puesto morado y segundos después, cayó al suelo. Jonathan se había quedado sin defensa y se enfrentaba a una desventaja de dos contra uno.

Jonathan: Vamos chicos, calma... - Tommy se acercó a él, le tiró del cuero cabelludo y le metió la cabeza en un inodoro.

Tommy: ¿Qué? ¿TE GUSTA, HIJO DE LA GRAN PUTA?


Tommy volvió a meterle la cabeza en el inodoro a Jonathan. Entonces lo soltó y arrancó la tapa del inodoro para golpearle en la cara a Jonathan con él, cosa que repitió un par de veces hasta que Matt intercedió.

Matt: Tommy, para, para, te lo vas a cargar.

Tommy: Se lo merece, cada golpe...

Matt: Ya, tío, has ganado, será mejor que nos marchemos, si Goldwing nos pilla aquí estaremos tragando mierda lo que nos queda de instrucción, larguémonos.

Tommy: Jonathan... Como digas algo de esto te mataré... ¿me oyes?

Matt: Vámonos, joder Tommy.


Tommy hizo caso a Matt y se marchó del baño con él, dejando a los tres enemigos inconscientes en la zona.

Tommy: Suerte que apareciste en el momento, gracias, tío, te debo una.

Matt: No tendrás que volver a preocuparte por esos, yo tengo muchos amigos aquí, si vuelve siquiera a mirarte lo pagará.

Tommy: De todos modos, gracias. Si no hubiera sido por tí, me hubieran convertido en puré.

Matt: Los amigos se protegen entre ellos, y tú eres uno de los nuestros. Nunca he conocido a un tío que disparara tan bién. ¿Dónde aprendiste?

Tommy: Bastará con decir que vengo de las barriadas de Liberty. ¿De dónde vienes tú?

Matt: Soy de San Fierro, vivía en García.

Tommy: Bonita zona. No la he visto.

Matt: Algún día te llevaría allí, San Fierro es precioso, tío.

Tommy: Ahora no necesito una guía turística, sino... un buen bocadillo.

Matt: ¿Sabes? Este es el principio de una hermosa amistad.

Tommy: Pero sin mariconadas.


Los dos reclutas se echaron a reir mientras continuaban su camino. Durante los siguientes meses, no hubo ningún altercado más con Jonathan, por que, prácticamente estuvo dos días en la enfermería por lesiones provocadas en la pelea. Matt y Tommy se hacían cada vez más amigos, aunque Tommy siempre evitaba hablar de su feliz infancia.

Y así, tras seis meses de entrenamiento, llegó el día de la graduación.

Sargento Goldwing: Recluta Vercetti.

Tommy: Señor, sí, señor.

Sargento Goldwing: Fusilero. Recluta Addison.

Matt Addison: Señor, sí, señor.

Sargento Goldwing: Fusilero. Recluta...



Año: 1989.

Lugar: Celdas de la comisaría de Ocean Beach, Vice City.


Vercetti: Y así fue cómo nos graduamos. Goldwing, a pesar de ser un gilipollas, nos instruyó bien, de hecho, creo que si nos hubiera instruído otro tío, nos hubieran matado a todos. Creo que le acabé cayendo bien. ¿Sabes, chico, que cumplí mis 19 en esa barraca y el único regalo que me hicieron fue una marcha nocturna?

Chaval: Vaya...

Vercetti: Bueno, vaya, creo que nos hemos quedado sin público - Era cierto. Los otros presos estaban literalmente fritos - Pues eso, a partir de ahí, nos enviaron a Vietnam. Al principio parecía agradable, pero luego, a medida que el tiempo avanzaba, veíamos que cada vez la cosa se ponía peor. Dos años estuve tragando mierda, aunque quizá fue esa experiencia la que me permitió sobrevivir hasta el día de hoy.

Chaval: ¿Cómo vivió la guerra? Es decir...

Vercetti: Sí, te entiendo, chaval, prepárate, por que ahora empieza el porno duro.



Continúa en: Historias: V V: Vercetti en Vietnam. Informe 2.

Advertisement